domingo, 13 de septiembre de 2009

LA LECTURA COMO UNA FUENTE DE FELICIDAD POR MARIO NUÑEZ

En la revista Investigación Bibliotecológica (recomendada por Nidia Tirú) encuentro una reflexión titulada La lectura: una forma de felicidad. En la misma se incluye la siguiente cita de Jorge Luis Borges:

Montaigne apunta a que el concepto de lectura obligatoria es un concepto falso. Dice que si él encuentra un pasaje difícil en un libro, lo deja; porque ve en la lectura una forma de la felicidad (…) Yo he dedicado una parte de mi vida a las letras, y creo que una forma de felicidad es la lectura; otra forma de felicidad menor es la creación poética, o lo que llamamos creación, que es una mezcla de olvido y recuerdo de lo que hemos leído (…) Yo he tratado más de releer que de leer, creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído.

Desde que aprendí a leer la lectura ha sido para una forma de felicidad y un camino con corazón. Era feliz explorando la biblioteca de mi adorada Segunda Unidad Piletas que esencialmente tenía unos tres anaqueles de libros. Pasé también muchas horas de felicidad en la biblioteca de mi escuela superior Domingo Aponte Collazo. Una anécdota interesante es que una de las maestras decidió hacerme una entrevista que fue publicada en el periódico de mi pueblo en la cual se incluían los libros que hasta ese momento había leído.

Cuando llegué a la Universidad se abrió para mí un mundo nuevo cuando visité por primera vez la biblioteca del RUM. Estaba acostumbrado a las bibliotecas que podía explorar en un solo día y al encontrarme con una biblioteca con varios pisos y miles de libros, experimenté un éxtasis sublime. Y no tengo que decirles que fui feliz visitando los anaqueles de libros, leyendo y releyendo y maravillándome siempre de lo que podía encontrar.

Cuando fui a Estados Unidos a realizar estudios graduados la lectura como forma de felicidad llegó a su expresión máxima. En la biblioteca Widener de Harvard fui increíblemente feliz recorriendo laberintos, adentrándome en sus entrañas y comprendiendo que solo sé que no sé nada. Tenía la impresión de que todo el conocimiento humano se encontraba en ese espacio y me devoraba los libros en este afán imposible de aprenderlo todo. En varias ocasiones me perdía en uno de los once pisos de Widener pero me alegraba perderme ya que descubría secciones nuevas y libros que me llamaban la atención. “Perderse” es un requisito para aprender cosas nuevas.

Recuerdo que al graduarme con mi doctorado, decidí tomarme “unas vacaciones”y trabajé por jornal en la Biblioteca Widener . Mi supervisor no podía entender como una persona que tenía su doctorado quería trabajar devolviendo libros a los anaqueles. Estaba sobre-cualificado para la labor. Yo fui inmensamente feliz rodeado de libros y trabajando en aquellos espacios que representaban para mi todo el conocimiento de la humanidad.

Hoy en día el ciberespacio es mi Widener. Siento emociones similares cuando identifico blogs interesantes y lecturas que me ayudan a reflexionar sobre mi trabajo. Me gusta perderme en el ciberespacio para llegar a sitios que me sorprendan. Leer sigue siendo para mí una forma de felicidad.

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